Desde 1990 Escobar se preparó adecuadamente para el momento de momento de entregarse al estado y
que no podía dejar ningún asunto sin resolver, puesto que fácilmente
podría terminar en una trampa que lo
llevara a la extradición. Un tal Antonio
Bustamante Gómez, de hoja de vida intachable, era el dueño de los 30.000 ms cuadrados donde
Escobar se imaginaba la futura
cárcel de “La Catedral”, su propia cárcel,
en las más altas montañas de Envigado, llegando por una carretera rural
en mal estado y curvienta y sin otro acceso posible para motorizados. El plan era claro, aprovechando que el decreto de César Gaviria tenía implícita la
búsqueda de un lugar seguro de reclusión,
Escobar dio la orden a Guido Parra para que ofreciera como
parte de la negociación un “campamento cárcel” en Envigado que ellos, “Los
Extraditables”, ayudarían a costear con mucho gusto; desde el primer momento y
con sutileza este se convirtió en un punto inamovible de toda negociación. Escobar
estaba acomodando sus fichas para cumplir un plan maestro que incluía una
entrega legítima y un sitio de reclusión bajo su poder.
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