Artículo publicado inicialmente en las Dos Orillas
El 20 de diciembre de 1989, se produjo la invasión a Ciudad de Panamá que
buscaba cazar al eternizado dictador Manuel
Antonio Noriega, en una operación denominada eufemísticamente
“Causa Justa”. El presidente George Bush padre se
dirigió a su país por televisión explicando que había dado la orden de invadir
después del fracaso de la diplomacia con el dictador Manuel Antonio Noriega, acusado de ser un narcotraficante; además Bush dijo que quería “proteger
la vida de los ciudadanos estado-unidenses, salvaguardar los tratados, proteger el canal, además de capturar
y conducir a Noriega ante tribunales de Estados Unidos para restaurar la
democracia”. Lo que nunca dijo Bush fue que la
violenta invasión comandada por el general Maxwell
Mad Max Thurman, usando 26.000 soldados de la 82ª división
aero-transportada que llegaron furiosos, buscaba también atrapar a Pablo Escobar al que equivocadamente
creían refugiado al lado del general, cuando en esa época estaba en Medellín
planeando sus peores atentados (Edificio del DAS y avión de Avianca). Panamá
fue un centro de experimentación de armas nuevas antes de la guerra con Irak,
como los bombarderos Stealth F-117,
invisibles a los radares, helicópteros artillados Apache AH-64, bombarderos AC-130
Spectre, los luego famosos vehículos todoterreno tipo Humvee, tanques de asalto Sheridan M-551, blindados M-113, y otras
tecnologías nuevas para combate como chalecos de Kevlar y cascos de visión nocturna. En el ataque al cuartel central
de la guardia panameña en Chorrillos, en escaramuzas y en los incendios de los
barrios adyacentes, murieron entre 600 y 3000 personas porque nunca hubo cifras
oficiales; la proporción fue de 25 panameños por cada norteamericano, además de
18.000 personas que perdieron sus viviendas. Después del descomunal despliegue
al no aparecer Noriega, y menos Escobar por parte alguna, Bush,
ofreció 1 millón de dólares a quien entregara al general y 150 dólares por cada
fusil recuperado; en respuesta, Noriega
alcanzó a transmitir consignas radiales como “vencer o morir, ni un paso atrás”. Los norteamericanos comenzaron
entonces la operación complementaria Nifty Package, con 48 miembros de
un cuerpo élite de la marina con la misión de destruir el avión privado de Noriega, que había sido un regalo de Escobar, parqueado en el aeropuerto de
Punta Paitilla y sabotear ciertos objetivos estratégicos. La víspera de
navidad, Noriega apareció en la
Nunciatura papal amparado por el Nuncio
Juan Sebastián Laboa; los soldados
gringos que rodearon la embajada acudieron a la tortura psicológica usando helicópteros
rasantes y enormes parlantes con música estridente; como era navidad comenzaron
con cánticos de villancicos, pero al segundo día repetían una y otra vez
episodios del Howard Stern Show y canciones como Panama de Van Halen; Welcome
to the Jungle, de Guns N’ Roses y
I Fought the law de The Clash, para desesperarlo con el estruendo; luego agregaron
Paranoid, de Black Sabbath; Run
Like Hell, de Pink Floyd; We’re Not Gonna Take It, de Twisted Sister; You Shook Me All Night Long de AC/DC y Your Time is Gonna Come, de Led Zeppelin, pero todavía Noriega
aguantó una semana más, aunque hasta los
periodistas que vigilaban la sede suplicaban que se apagara la tortura musical
que arreció cuando las fuerzas especiales solicitaron Strange Days, de The Doors, la división canina recomendó Flesh for Fantasy de Billy Idol y
los marines repetían una y otra vez a Paradise
City de Guns N’ Roses. El 3
de enero de 1990, monseñor Laboa y
el resto del personal de la nunciatura casi sacaron a rastras a un aturdido Noriega; quien fue capturado y
trasladado a los Estados Unidos como el más vil de los criminales donde sería
condenado luego a 40 años de prisión.
[1] Uribe A, Juan Fernando. “Proyecto Pablo Escobar. Informe final”. Amazon Kindle Direct Publishing, 2020.
[2]
El cierre digital.
“La táctica de EEUU usada para derrotar al dictador Noriega: Rock y
Heavy Metal a toda mecha”. 30/08/2020.
Disponible en: https://elcierredigital.com/investigacion/980832625/el-dia-que-rock-metal-derroraron-dictador.html
[3] Dinges, John. “Nuestro hombre en Panamá”.
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