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Rodrigo Lara Bonilla asesinado. 1984



El 30 de abril de 1984, en la mañana de su muerte, el ministro Lara recibió una información de un alto mando militar sobre otro atentado que parecía estar fraguándose en su contra; a diferencia de otras veces,  tomó esta información muy  en serio.  Pero el carrusel de la muerte activado para una mafia herida en todos los órdenes, sobre todo en el económico, estaba en un proceso irreversible y sin más dudas pasó su cuenta de cobro implacable, enviándole dos sicarios del grupo de Mario Castaño, alias “El Chopo”,  bien entrenados en la tenebrosa escuela del misterioso instructor de origen Judío, Isaac Guttan Esternbergef localizada en Sabaneta, del que no se conocen datos adicionales. Los enviados iban armados con granadas MK-2, ametralladoras Ingram, revólveres y chalecos antibalas,  lo persiguieron en la ruta desde el ministerio hasta su casa y lo mataron a balazos en el interior del Mercedes Benz blanco oficial a la altura de la calle 127 con la avenida Boyacá. El carro abaleado logró llegar hasta la casa del ministro que estaba sin vida en el asiento trasero.  Iván Darío Guizado Álvarez, el primer sicario murió en la persecución de los escoltas, el conductor Byron Velásquez Arenas alias "Quesito", resultó herido cuando la moto le cayó encima y fue capturado.

 

Entierro de Rodrigo Lara Bonilla. 1984




Un Belisario Betancur enardecido como nunca antes en su gobierno dijo en su alocución en la catedral de Neiva rodeado del procurador Carlos Jiménez Gómez, Álvaro Gómez Hurtado, Luis Carlos Galán, los ex presidentes y todo el gabinete ministerial.  El discurso fue el cambio completo de paradigmas en un gobierno que tanto se había distinguido por lo nacionalista y puede considerarse el inicio en Colombia de la “Guerra a las drogas” al estilo de Nixon en 1971.  Este es un fragmento: Ante la tumba de Rodrigo Lara Bonilla. (POR LA PATRIA QUE EL TANTO AMARA). “La dolorosa y trágica circunstancia que nos congrega en Neiva fecunda, exige que elevemos, más allá de la voz, el corazón y el pensamiento; y por sobre el dolor y la congoja, la voluntad irrevocable de superar el golpe aciago que ha caído sobre la patria. S