Como parte del seguimiento satelital que
hacían los americanos desde noviembre y ya en pleno decaimiento de la campaña
antimafia de Lara Bonilla con un
gobierno que no estaba interesado en la extradición aunque fuera presionada por
el embajador Tambs, cayó en el sur
del país todo el complejo de laboratorios de procesamiento de cocaína más
grande del mundo en la llamada operación Yari 84: “Tranquilandia” (un gran
laboratorio) y su conexos como Pascualandia (4 laboratorios) y “Villacoca”
(15 laboratorios pequeños), con 8 pistas
de aterrizaje en 500 hectáreas de terreno; además de la infraestructura se
decomisaron unas 18 toneladas de cocaína lista que era su producción habitual
en una semana que valían 1200 millones de dólares. Por fin estaba siendo
golpeada la columna vertebral de la mafia, lo otro habían sido solo caricias; era un golpe económico descomunal a una estructura
industrial para procesar la coca que por primera vez lesionaba intereses
económicos tan poderosos. La dirección del operativo
estuvo a cargo de los coroneles Jaime
Ramírez Gómez, el mejor aliado que tuvieron los Estados Unidos en la
policía Nacional de Colombia y de Luis
Ernesto Gilibert, que fue posteriormente director de la misma Policía. No fue un
éxito completo puesto que por la feroz resistencia de las FARC escaparon unas
100 personas por el río Yari, cuyas aguas se “volvieron blancas” cuando se deshicieron de la cocaína; muchos de
ellos murieron en su desbandada buscando llegar incluso hasta Leticia
atravesando la selva.